Dulces de Curacaví: el sello de un sabor único

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Parada obligada para quienes viajaban por el camino antiguo entre Santiago y Valparaíso. Durante las décadas del 50 y 60, Curacaví, fue testigo del apogeo de sus dulces locales. Hoy siguen siendo parte de la repostería tradicional y uno de los productos más apetecidos para endulzar las mesas en fiestas patrias.

Curacaví es una comuna inmersa entre los cerros cordilleranos y los de la costa, perteneciente a la Provincia de Melipilla. Desde la época de la colonia comenzó a forjarse como una ruta accesible y segura hacia el litoral, cuando el trayecto, en ese entonces, podía duran fácilmente dos días. El paso de mulas y carretas hizo de Melipilla y por supuesto de Curacaví, un punto de descanso para viajeros y comerciantes, quienes aprovechaban de comer algo al paso o pasar la noche. Rápidamente, los dulces que se hacían para deleitar las tardes familiares, pasaron a ser pieza fundamental de la economía local.

Los Dulces de Curacaví son un producto típico chileno que consiste en masas horneadas, rellenas principalmente con manjar o dulce de leche. Según su preparación pueden ser clasificados en trece tipos de dulces: chilenitos, alfajores, príncipes, empolvados, cocadas, merengue, empanaditas de peras y alcayotas, mil hojas, bizcochos o tortas, tacitas, hojas, huevo mol/molle y palitas.

De acuerdo a los registros de la Ilustre Municipalidad de Curacaví, en el año 1910 don Justo Poblete, obtiene el primer permiso para la elaboración de estos dulces, lo que demuestra la historia de larga data de los productos.

“En todas las fechas de fiestas, era muy común ver en las casas de campo, elaborar dulces artesanales, donde sus masas eran cocidas en hornos de barro y después rellenos con manjar, melcocha, dulce de alcayota o dulce de pera, tapados con una capa crujiente de betún blanco. Estos eran enviados al festejado conjuntamente con la tradicional torta de chuño con betún y mostacillas.”, comentan en su sitio web.

Tal como nos cuenta Marcia Castillo, dueña y gerente general de la fábrica “Dulces Chilenos Aldonza”, no existe persona que no tenga alguna relación con los pasteles de la localidad. Al igual que su madre, “que nació entre betunes y el manjar”, los dulces de Curacaví son parte de historia familiar y de una localidad, que rescata las tradiciones de la repostería del Chile colonial.

En el caso particular de “Dulces Chilenos Aldonza” las recetas descienden de unas tías abuelas, luego a su madre y finalmente a doña Marcia, quien lidera la empresa desde el año dos mil. “Nos hemos mantenido en el mercado, gracias a la calidad y el sabor de nuestros productos”. De hecho, hace algún tiempo trabajaron alrededor de 5 años con una importante marca a nivel nacional de la industria de panificación, en la producción del chilenito, el príncipe o el agua de piedra. Proceso en el cual, ellos entregaban la mano de obra para, posteriormente, ser envasado y distribuido por la industria contratante. “Gracias a nuestro compromiso con la calidad y nuestros rigurosos procesos, fuimos seleccionados en varias oportunidades por grandes operadores del retail para que le fabriquemos con marca propia, en la modalidad de maquila”.

Pero la tradición de “Dulces Chilenos Aldonza” no piensa en detenerse. Actualmente, la hija de doña Marcia, quien es titulada en Nutrición y Alimentos, está trabajando en la creación de un producto que responda a las necesidades y exigencias del mercado actual, para consumidores que buscan productos sin lactosa, libre de gluten, etc. Demostrando que la creatividad y la estrategia del negocio son clave para sostener una marca en el tiempo.

El 28 de abril del 2017, el Instituto Nacional de Propiedad Industrial (INAPI), reconoció a los Dulces de Curacaví con la Indicación Geográfica (IG), signo utilizado para productos que tienen un origen geográfico concreto y poseen cualidades o una reputación derivada específicamente del lugar que provienen. El Sello de Origen, entre otros beneficios, le entregan la distinción para un marketing exitoso de los productos, pues facilitan la identificación de un producto y agregan valor al mismo. Además, garantiza la calidad del producto y su posible comercialización en el mercado internacional.

Si no te resisten a probar alguna de las variedades, pero no tienes tiempo de viajar hasta Curacaví, en el sitio www.dulceschilenos.cl encontrarás fabricantes, proveedores y mayoristas quienes pueden a hacer de este “dieciocho” una celebración aún más dulce.

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